lunes, 28 de febrero de 2011

TEREPOEMAS

I
No es suficiente el calor de tu neurona afásica
No es suficiente el espacio de tu nervio distendido
No es suficiente el alma de tus bezos sin calma
No es suficiente la tirantez de tu cuello enramado
No es suficiente el caos de mis asistencias labiales
No es suficiente el despertar de mi altar trémulo
No es suficiente el sol de mi augusta mirada
No es suficiente la sensación de mi grácil esperanza
Basta con el palpitar del centro de mi mundo y de mi cuerpo
Basta con tus manos enredadas a tus dedos
Basta con sentir fuego muy dentro
Basta contigo.

II
Enamorarse de ti resulta inevitable.
Se inquieta el brillo de la nada,
Resplandece en tu mente.
Provoca un giro a tu mirada.

Se queda vacía tu alma,
Yace la blanca armonía del silencio
Y desvanece la noche al compás
De un solo latido.

Es el caos,
Genera perspectivas
Hay un todo en uno:
Nosotros.


III
Los sonidos hablaron,
Vivieron una canción: flor dormida en la prisión

Qué capricho se asoma a tu rincón.
Labios sin color.

Suspiros dibujan la sombra del llanto,
Midiendo más que tu costado.

Las heridas sonriendo.
Tú, arrancándole algo de humor.

¡Silencio!

La vida
Se acaba.

IV
Rareza es tu silencio
Entre la nada.
Vistiendo traje de triste y atolondrado,
Cantando en tu mirada
La derrota de un cenit desaparecido
Vas…

Tú, augusto y orondo
Entre los espejos
Abrazado a tu “humanidad”

… Qué solo sólo AS quedado.

V
Angelical
Luzbel, de
Sonrisa dulce y serena;
Quieta rosa
Del amanecer
Venida del mar celeste
A florecer
En mi jardín.

Extensión de las llamas
Que llegaste hacia mí,
Como ardiente helada
En el atardecer.

Con las orillas de tus ojos
Llenas de agua maldita…
Así te vas hoy.

VI
La secuencia fue interrumpida,
no más alegría,
no más pasos lentos
no más vida…
Cada siesta de besos
cada llanto afortunado
cada suspiro sin serlo
yacen ahora figurados
confundidos, absorbidos…

Vibran la rabia, el solo
extirpados por el stand bay,
por la infelicidad siendo ahora,…

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LEER (POEMAS)?

Prof. Teresa Menor Alarcón

“Supone la poesía una lectura distinta, no sólo por su forma versificada, su ritmo o la medida, sino porque requiere del lector una atención particular.” Mendoza fililla Andrés.

Cuanto leas lo podrás demostrar en tu decir, pensar, actuar y hacer. En definitiva, la competencia literaria define tu ser literario.

Por ejemplo, en el hablar diario. Todos los días lo hacemos torpe, fluida o inhibidamente, pero lo hacemos. A caso ¿Es sólo de expertos no cometer un error de incoherencia e inadecuación?, aunque sólo eso no baste para demostrar que podemos ser incompetentes lingüísticamente, estamos seguros de que seríamos de las personas que poco hablamos o se dejan escuchar, en algunas ocasiones. Pero a veces no hay quien nos detenga, porque conocemos muy bien sobre lo que hablamos, y lo que menos queremos es que nos interrumpan. Además, sabemos que estamos manteniendo la atención de nuestro(s) oyente(s), pero si no sabemos sobre el tema, o no manejamos nuestro idioma correctamente, ni nos expresamos adecuadamente ¿Qué pasaría?

Mantener un diálogo no es sencillo, debemos recurrir a algunas estrategias (conscientes o no) que nos permitan no “aburrir” al oyente y éste también debe estar alerta a lo que le ofrecemos en nuestra conversación, de lo contrario los “aburridos” seremos nosotros. Lo mismo sucede con la lectura de textos literarios (poéticos). El lector del texto poético es un ente activo que participa y colabora en la construcción del sentido del mismo. Si un alumno (en términos específicos) carece de estrategias (lectura estratégica) para leer, difícilmente podrá comprender. Entonces, ¿Qué se necesita para comprender un poema? Tal vez leer, leer, y leer. Luego, imaginar, imaginar e imaginar. Quizá sentir, sentir y sentir. O también, creer. Así nuestro diálogo podrá mantenerse y satisfacernos, de lo contrario entraremos en la lista de los que opinan: leer es aburrido; leer poemas, mucho más.
Sin pecar de pragmáticos, sabemos que un poema también es un acto de lenguaje, es una unidad de comunicación, una unidad de intercambio lingüístico. Ahí se afirma, ordena, promete, pregunta, etc. Por lo tanto el alumno debe ser consciente de ello.

Según Samuel Levin, el poeta nos dice “Yo me imagino a mí mismo en, y te invito a ti a concebir un mundo en el que (yo te pregunto, te digo, te ruego, et.)”. La realidad y verdad se queda en suspenso, para dar paso a la verosimilitud. Entonces, el alumno sabrá que es un mundo posible, imaginado, que el poeta está dispuesto a compartirlo con él como lector.

El alumno supone un contrato de creencia: Yo te creo lo que tú me dices a través del poema. A partir de su forma “diferente” de pensar comprenderá las ideas, las realidades o mundos posibles que el texto poético le ofrece.
Ahora bien, si esta actitud la llevamos a su actuar diario, su relación con los demás es también “distinta”, puesto que como lector (constante) ha desarrollado su sensibilidad, su imaginación, su capacidad de apertura para comprender su entorno sociocultural, hasta podríamos decir, su capacidad para expresar el mundo (su mundo) a través de la literatura, la música, la pintura, etc. Hemos llegado al fin último: ha adquirido la competencia comunicativa, que abarca a las demás: competencia literaria, competencia lingüística, competencia cultural. Como cita Carlos Lomas en una entrevista que le hicieron sobre “por qué desarrollar competencias en los estudiantes”:
“A juicio de autores como de Canale, Swain y Hymes, la adquisición de la competencia comunicativa se alcanza cuando se usan de forma apropiada un conjunto de conocimientos, destrezas y normas que son hoy esenciales para comportarse comunicativamente no sólo de una manera correcta sino también, y sobre todo, adecuada a las características del contexto y de la situación en que tiene lugar el intercambio comunicativo.” (LUZ HELENA RODRÍGUEZ y CARLOS SÁNCHEZ LOZANO)

Estos cuatro saberes se constituyen en habilidades y estrategias que entran en funcionamiento ante una conversación o una lectura. Gracias a mi saber cultural (mis lecturas) puedo enriquecer mi saber sobre el otro, y ese incremento positivo repercutirá necesariamente en el ámbito de un saber hacer cotidiano que, al mismo tiempo, está diciendo cosas de mí, de mi personalidad y de mi posición en el mundo. Así, conocer a alguien se vuelve trascendental, porque implica procesos muy complejos y conscientes.
Volvemos a la idea que se expresó en el párrafo primero de este trabajo. Lo que decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos, define nuestro ser, ya sea literario, lingüístico, sociocultural.
En la escuela sucede un cuadro similar con muchos alumnos, quienes no sólo no tienen un gusto u obligación por leer, sino que no leen textos poéticos frecuentemente. Entonces, pedirles que los comprendan es una tarea complicada para ellos, por no decir, imposible. ¿Por qué? La respuesta está en la competencia comunicativa (para el caso, literaria) del profesor.

La competencia lingüística (dominio de la lengua materna) es base fundamental para poder manejar un sistema de signos que configura una realidad, un mundo posible, diferente al que nos ofrece la lengua familiar, popular. Por lo tanto, si el alumno no está familiarizado con su lengua, tampoco podríamos exigirle que lea textos poéticos y los comprenda o más, que los produzca. Sin embargo, eso no implica que no disfrute de ellos al escucharlos. Para el caso de alumnos del nivel secundario, el profesor debe ofrecerles variedad en cantidades heterogéneas. La metodología deberá ajustarse a ciertos criterios que el profesor maneje para cada grupo de alumnos.
Recordemos que la lectura es un proceso complejo, que va de comprender un mundo concreto y a vista de nuestros ojos, a un mundo de sonidos constantemente tocados por nuestros labios; Y leer poemas, por supuesto que también lo es. Ahí es donde el alumno necesita poseer ciertos saberes (textos poéticos) que lo ayuden para poder asociarlos e interiorizarlos con lo que va leyendo continuamente. La lectura de textos poéticos puede practicarse aún cuando los alumnos están aprendiendo a leer. La finalidad es que se familiaricen con el tipo de texto y no lo sientan extraño más adelante. Además, hay material bibliográfico de ese tipo exclusivo para niños que empiezan el jardín y los primeros grados. Sólo necesitamos la participación comprometida de los profesores.
En el nivel secundario, si seguimos con la misma visión, la práctica de la lectura será una constante, y en lo sucesivo tendremos profesionales lectores. ¿Es difícil hacer eso? Seguro que sí, para quienes piensan que la competencia lectora se termina en 2do grado de primaria y se desarrolla sola en los posteriores grados. Así, hemos llegado a tener alumnos en 6to grado o en 4to de secundaria e incluso, alumnos universitarios que no leen fluidamente y que ante una pregunta de lo leído, sólo atinan a mirarnos. En algunos casos, podemos aceptar que es timidez, pero si esa actitud es la misma siempre, ya no podemos decir lo mismo. Debemos estar alertas y trabajar más en comprender la idea: leer fluidamente es comprender lo leído. También en estar convencidos de que la práctica de la lectura no se termina en la primaria, y que es una actividad necesaria tanto para profesores y alumnos, y demás personas.

En términos generales, la lectura no está exenta de la vida misma. A donde vamos está con nosotros la intención (automática) de leer. Pero claro, a nadie se le ocurriría comparar actividades diarias y “sencillas” (como caminar, cocinar, bailar, estudiar) con la lectura de unos poemas. Digo: unos, pues de otros, ya no depende de la lectura base que hayamos realizado, sino de la imaginación. Capacidad que también se desarrolla cuando se lee.
La lectura de poemas supone una lectura distinta, no sólo por su forma, sino por su fondo y porque requiere del lector una atención particular. El alumno necesita distraerse en lo que escucha o lee y, además, dejarse llevar por la libertad con que expresa sus ideales el poeta. Necesita saber que no es verdad lo que se dice; que no es experiencia vivida, pero sí sentida; que es fruto de lectura tras lectura. Precisa en no ignorar que el poeta se constituye por cuantas lecturas haya realizado durante su afán por escribir. Necesita saber que el poeta tiene competencia lingüística, literaria, discursiva y comunicativa para lograr mantener su atención y entretenerlo y, por qué no, enseñarle nuevas sobre el mundo y el mundo poético.
En los poemas se configura un mundo abstracto y figurado que pocas veces los lectores primarios llegan a comprenderlo, menos si no hay familiaridad con el tipo de lenguaje en el que están escritos.
La competencia del poeta para saber expresar poéticamente su mundo subjetivo, debe ser recompensada con la competencia del lector: comprender lo que ha leído. De lo contrario, no habrá un diálogo que construya conocimientos y desarrolle sensibilidad.

En el colegio, si queremos que los alumnos lean poemas, pues debemos leerle poemas. O si se trata de comentar un poema, haremos comentario. Pero, ¿qué tipo de poemas?, ¿por qué estos sí y esos, no? El inicio del problema entonces, está en la competencia literaria (llamada también cultural) del profesor. Mientras el profesor tenga una vasta bibliografía leída y conozca algunas preferencias temáticas por los alumnos de tal o cual edad, no tendrá mayores problemas.
La lectura de textos poéticos hecha por los alumnos va de la mano con la del profesor. Le ofrece poco, porque es poco lo que lee. O lee poemas sin mayor intención para desarrollar sensibilidad u otras capacidades porque eso es lo que le han leído hace mucho tiempo o fue lo único que leyó sin querer. Vamos, entonces a preguntarnos: ¿por qué no leemos los profesores?
La respuesta quedará para un trabajo aparte, mientras leamos lo que dice Felipe Garrido a cerca del profesor:
“Ser maestro debería ser sinónimo de ser lector. Es urgente (…) La formación de una conciencia que rechace la idea de que un maestro puede no leer.
Ser lector, para los maestros, debe ser una preocupación personal y profesional. Los maestros deben acudir a las bibliotecas y a las librerías, en un esfuerzo constante y creciente por hacerse cada vez lectores más capaces, más ávidos, más curiosos, más completos. Un maestro debería estar siempre leyendo dos o tres libros; debería llevar siempre consigo una novela, un libro de poemas o de cuentos. Un maestro debe ser un lector bien formado, que conozca de primera mano nuestra tradición literaria; debe ser también un lector curioso, ávido de novedades, atento a lo que se va publicando.
Son los maestros quienes pueden transformar el país en que vivimos, al través de la lectura. La lectura de los maestros, de sus alumnos, de los padres de familia. Si los maestros no lo hacen, nadie más podrá hacerlo. En su corazón y en sus manos se encuentra esta tarea colosal.”

En las aulas muchas veces ponemos énfasis en la lectura obligada: deben leer, hay que leer, tienen que leer. Podemos hacer un alto y decir: quiero leer, ¿me lo permiten?, ¿alguien quiere leer conmigo?, ¿puede alguien compartir la lectura de…? El modo como queremos acercarlos a la lectura suele ser común. Intentemos ser creativos constantemente, sobretodo cuando trabajamos, dialogamos y aprendemos con alumnos de los tres últimos grados de primaria y de secundaria. Claro, que esto no es una regla sin excepciones.
Y para el profesor que no lee, que lo haga con sus alumnos de manera que ellos sean su ejemplo y en adelante pueda comprender que la lectura no es una tarea, no es una obligación, no es un trabajo, sino una necesidad para crecer y ser competente culturalmente. Recordemos que los poemas constituyen un mundo de expresión de otras lecturas, de otros mundos, de otras vidas. Por ello, comprender un poema es competencia de cualquier persona que ha leído y ha leído poemas, mucho más. Entonces, partamos de la idea: leer para comprender.

Como lectora de textos literarios (poéticos) me he dado cuenta de que cada vez hay mucho por leer, más por comprender. El gusto por la lectura lo fui adquiriendo en el colegio. Leí numerosas obras y poemas, pero hasta entonces no sabía cuán importante era leer. Sólo sabía que al comentar una obra yo no iba a quedarme callada. Después, creí que saber leer era un hacer que cualquiera podría hacerlo. Claro, teniendo 18 años, pensar eso era lógico. Sin embargo, me di cuenta que leía bien, pero no comprendía todo lo que leía. Cuando te enfrentas a textos escritos de especialidad, que te hablan en un lenguaje técnico y “difícil-culto” (para mí) es preocupante. El reto era comprender y, lectura tras lectura, con gusto o no, fui aceptando que leer es una actividad que demanda de constante práctica. Por eso, es nuestro deber para con los alumnos asumir el compromiso de hacerlos leer y comprender lo leído, luego se darán cuenta de que leer forma parte de sus vidas.
Los invito a creer que leer poemas es uno de los ejercicios asequibles para seguir practicando la lectura; y también a comprender la siguiente cita:
“Es tarea del docente de lengua y literatura mejorar las competencias comunicativas del alumnado”. Entrevista a Carlos Lomas, reconocido especialista español en didáctica de la lengua y la literatura.