lunes, 28 de febrero de 2011

¿ESTUDIAR PARA POSTULAR, O PREPARARME PARA TRABAJAR?

Teresa Liliana Menor Alarcón
La etapa de sometimiento ante un examen de nombramiento, felizmente ya termina. Pero, en lo sucesivo expondré las posibles causas y consecuencias que de ella se desprenden.

Para empezar, la nota de un examen es uno de muchos indicadores de evaluación, pero no menos importante para saber que algo anda mal o bien en el proceso de aprendizaje de cada uno de los alumnos. Es una fuente importante de información, tanto para el alumno como para el profesor (y para los padres, también). Sirve para hacer una probable reflexión sobre cómo se realizaron las sesiones de aprendizaje, qué se debió abarcar con mayor o menor tiempo y profundidad, qué dificultades se presentaron, entre otros aspectos. Pero sobre todo para tomar una decisión conjunta en cuanto a una reprogramación totalizadora del proceso. La realización de entrevistas, conversaciones, observaciones, investigación de los contenidos; la lectura sobre el ser del grupo que estamos formando, el ambiente laboral y de aula, las expectativas y más, permitirán obtener, más que alcanzar, resultados satisfactorios para todos.
La evaluación, entonces no se limita a una nota ni su finalidad es excluir a quienes no obtienen una aprobatoria. Sin embargo, mientras en las aulas cada profesor peruano intenta y (creo lo ha logrado en gran medida) no seguir arrastrando el modelo tradicional, que promueve la aplicación de pruebas con ítem para marcar cuál es la respuesta correcta, o donde el acto de redactar es casi nulo, cada uno de ellos nuevamente sería testigo, este 13 de febrero de un examen que tiene esas característica. Entonces, esto resulta siendo una incoherencia ¿de qué tipo: cruel?
Tal vez resulta más fácil, no menos costoso asumir la idea de ver a cada profesor como un postulante que lo único que lo diferencia de éste es que no tiene ni 15 ni 18 años de edad. Por lo demás, dispone de tres horas cronológicas, de una cartilla para marcar su respuesta y de un cuadernillo donde se presenta el contenido correspondiente a cultura pedagógica, contenidos de especialidad, conocimientos sobre currículo y un test psicológico que seguro sirve para marearlos más. E incluso, resulta irrisorio y contraproducente que en dicho examen los profesores respondan ítems sobre la evaluación de proceso, siendo ellos, sujetos hasta ahora de rendir una de tipo sumativa. ¿Cuál es el objetivo de todo esto?

Papel importante cumplieron los grupos de estudio, las academias, universidades, y demás entidades a fines a la educación que han querido aprovecharse de tal situación, generando una necesidad de preparación pre examen de nombramiento, donde dos meses antes de la fecha, los profesores cual alumnos pre-universitarios han acudido para afianzar, recordar, dominar, memorizar contenidos que han quedado relegados en un rincón porque ni como saberes previos han sido utilizado al ejercer su carrera. Las capacidades, habilidades y destrezas que se desarrollaron en su momento al haber estudiado tal o cual materia, durante los 11 años de educación básica regular son las que sirven, y qué decir de la etapa pre-escolar. Volver a aplicar fórmulas para el conteo de figuras, hacer una lista de palabras rebuscadas para creer en ese momento que gozamos de un variado repertorio léxico, aplicar fórmulas de simplificación, recordar seno de 45 y la fórmula de la base del triángulo; hacer nemotecnia para recordar los propósitos de la educación peruana o los objetivos de la misma, ya no tiene sentido. Todos y muchísimos más, ya están olvidados o están siendo aplicados acorde a una realidad. ¿O no profesores de inicial, primaria y secundaria?

Por otro lado, todos sabemos que es necesario ampliar nuestros horizontes culturales, conocer algo de la realidad regional, nacional e internacional, y mucho más de aspectos que involucra el quehacer profesional que nos compete. No obstante, no responder a una pregunta sobre esto o aquello, acarrea una serie de calificativos para el profesor. Lo tildan como descontextualizado, no lector, desactualizado, ignorante, incompetente, desubicado, etc. Entonces, surge la necesidad de leer obligatoriamente sobre la geografía, la población o la extensión territorial de alguna zona de Lambayeque. Podría resultarle menos difícil si es que el postulante viviera en el mismo departamento, pero ¿Qué pasa cuando el profesor viene desde Tacabamba, Moyobamba, Juanjui, u otros lugares alejados de nuestra región? Ante dicho fenómeno, no sé si es pertinente el requisito de dar examen en Chiclayo, y seguir el proceso en el distrito, caserío o centro poblado de un departamento cuya realidad sólo podrías conocerla viviendo en él. Mencioné conocerla, no saber la lección de paporreta y luego de pasar el examen o la entrevista no te sirva de nada.
Otra de las causas es que carecemos de una política educativa y de un modelo de evaluación acordes con las necesidades y características de los profesores- alumnos. Que generen interés por formar personas con carácter de investigador, desde las escuelas y en lo sucesivo, en las universidades; que orienten el trabajo del fututo profesional, y si es profesor, mucho más. Una política en la que se manifieste preocupación por formar al profesor desde antes que éste lo sea. Esto es posible, si la evaluación responde a una política educativa que tenga referencia en los diagnósticos reales y precisos, y también, si la evaluación se concibe según enfoques no distantes de la realidad educativa peruana. Cuenta también el hecho de primero prepara al profesor en qué consiste y cómo aplicar un modelo de evaluación, y no suceda al revés. Además, un profesor “postulante” no es más competente por tener bajo el brazo gran cantidad de constancias, mientras que quienes están nombrados, aduras penas, ostentan sólo el título de profesor y, a veces, ni eso. Claro, todos sabemos que esto tiene otro origen, que no es el caso manifestar porque es obvio. Siendo así, ¿cabe una evaluación (sólo) de tipo cuantitativa?

Centrémonos ahora, en el profesor, quien muchas veces decide capacitarse no por querer ser mejore, sino por temor a salir desaprobado en las improvisadas evaluaciones del Ministerio de Educación. Aunque si lo hiciera por iniciativa propia, sabríamos con quien contar para ser realidad la frase: “mejores profesores, mejores alumnos”. Estoy segura, que si los estudios de especialización respondieran a exigencias personales, por convicción y vocación, la educación en el Perú sería de calidad, ideal que nos lleva a repetir lo siguiente: formar alumnos- profesores con carácter de investigador. De lo contrario, se seguirá creyendo que quien tiene más grados y títulos, cartones de capacitaciones, talleres, cursos y otros merece, en cierto modo, ciertas preferencias. Esto es peligroso, más aún si la obtención de aquellos es producto de un negocio clandestino o de contar con unos minutos para hacer acto de presencia para firmar y, finalizada la jornada, otra vez aparecer para recogerlos o ser incluido en la lista de asistencia. Se sabe que es cuestión de ética profesional, pero también de una cultura de evaluación integral y coherente en toda institución educativa, respaldada por investigaciones que le permitan al profesor – evaluador concebir la evaluación como una vía para hacer crecer y mejorar al profesor- alumno como profesional y ser humano. A estas alturas, no podemos seguir a la deriva, dando cabida a la improvisación, a la mediocridad, al facilismo y tanta corrupción. En este sentido, el profesor no debe exasperarse y dejarse sorprender por sujetos cuyo objetivo es desacreditar su imagen profesional y llenarse los bolsillos a costas de uno. El proceso de evaluación, iniciado con el examen de nombramiento no está siendo transparente, y sólo el que quiera tapar el sol con un dedo cree equivocadamente que logrará una plaza sin ir a un juicio o pagar una determinada suma de dinero. Lamentablemente es la realidad. ¿A caso es la necesidad, la desesperación, lo que lleva al profesor a involucrarse en viles actos con tal de gozar de estabilidad laboral, solvencia económica, seguro de salud, y demás beneficios?

¿Y qué piensa usted de la evaluación de la clase modelo? La deficiencia en su realización, constituye otra de las causas. Para empezar, el cronograma publicado no se respeta, las aulas que son designadas para desarrollar la sesión está propensa a cambiar (“ya no vas a realizarlo en 5D, sino en 4to C” – Escuché decir a un jurado), y el jurado evaluador llega tarde o la ausencia de uno se cubre o no por otro improvisado. En cuanto al tiempo, son 45 minutos establecidos y organizados, según cada momento, pero resulta que o el observador se durmió, o está recién leyendo la ficha de observación o no pasa ni 15 minutos y ya finaliza su participación. Las condiciones de seguridad para que el proceso de nombramiento se realice con total transparencia no inician en las bóvedas del Banco ni en contratar a escuadrones de policías. Termina en cada persona directamente involucrada como observador, como revisor, como técnico, como archivador, como postulante o como jurado. Uno no puede denunciar tal negligencia porque la frase “papelito manda”, o “una imagen vale más que mil palabras” no le resulta nada beneficioso al profesor cuando no cuenta con ningún papel ni fotografía, tan sólo con unos ojos que son testigo de todo ello. En ese sentido, es importante tomar en cuenta la disparidad que podría haber entre la concepción de evaluación que maneja el jurado calificador y la del profesor evaluado. Para no acentuar dicha diferencia, el evaluador debe ceñirse a los indicadores, los mismos que deben ser claros, precisos y específicos. Este mismo procedimiento lo hacen los supervisores de la DRE (Dirección Regional de Educación) o la UGL (Unidad de Gestión Educativa) al visitar las aulas para saber sobre el desempeño del profesor. Entonces, por qué el Ministerio de Educación no toma en cuenta dicha información, la misma que es real e inmediata y sin sobornos. Podríamos evitar gastos innecesarios y disgustos vanos, cuando a pocos días de un examen, éste circula por cuanta mano lo reciba, obligando después su obligada postergación.
Si tuviera que aceptar un proceso de nombramiento serio y confiable, apostaría por que la clase modelo sea la única forma de garantizar una preparación idónea del profesor. Sin perder mucho dinero ni tiempo.

Pero no sólo existen causas y consecuencias, sino razones para sustentar la pervivencia de la ya referida etapa. Para no sentirse excluido como aquel alumno cuando el profesor le grita o reclama por qué ha salido “jalado”, el Gobierno junto con el Ministerio de Educación decidió elaborar y ejecutar un programa de capacitación a los profesores, pero en tal programa no se incluyeron otras formas de evaluar el proceso de “aprendizaje” del maestro. Los exámenes y prácticas han sido de carácter objetivo. Muy pocos profesores capacitadores han aprovechado esa oportunidad para crear un espíritu crítico, de inquietud, de cuestionamiento. El resultado es lo que importa y los profesores lo sabían muy bien, por eso frases como: “uyyy, es para morirse. Tengo que pagar profesor particular para desarrollar mis prácticas, sino no avanzo con el resto”, o por ejemplo algo como: “ya no se puede ni dormir ni elaborar las sesiones de clases para los chicos, porque el tiempo se nos va en las prácticas de razonamiento matemático y razonamiento verbal”; o esta: “préstame, que no he tenido tiempo de hacerlos”, son muestra de que los profesores ya no están para dedicar su tiempo a desarrollar prácticas exhaustivas de conocidas materias , sino aprovecharlo para investigar sobre lo que concierne a su profesión, que con la lectura la vaya redescubriendo continuamente . Lo que se propuso como solución fue tomado como problema. ¿Fue consecuencia de desorganización de su tiempo, empeño de algunos por querer ser el número uno en la lista de profesores capacitados por el estado, justificación de otros para faltar al colegio o dormirse en el aula, o perder el tiempo con los alumnos en el aula… según ellos corrigiendo exámenes, o la causa está en la falta de carácter del capacitador o deficiente manejo de instrumentos para evaluar cualitativamente? El caso es que de un momento a otro no vamos a solucionar el problema y mucho más si al intentarlo, se generan otros. Pero el trasfondo de este afán no es para lograr “mejores maestros, mejores alumnos”, sino demostrar a cada peruano que con el poder y la plata hacen del maestro lo que quieren cuando éste se lo permite. Ante lo dicho, dejo que formulen su propia respuesta a: ¿cómo fue su evaluación en razonamiento verbal y en razonamiento matemático?
Posteriormente, el PRONAFCAP tuvo a bien obtener como producto de dichas capacitaciones un trabajo de investigación, sea en el área de comunicación o investigación, por parte de los profesores. Sea esto bien venido.

Para terminar, en las siguientes líneas sólo trataré de hacer memoria sobre algunos hechos y en base a ellos, invitarlos a formular sus propios cuestionamientos y posibles soluciones.

El gobierno sabe en qué estado se encuentra el sistema educativo peruano y lo único que ha hecho es dar a conocer en cifras lo que todos sabemos o nos han hecho creer que tales resultados o deficiencias es por dejadez de profesores porque no les gusta ni quieren lo que hacen en las aulas, por justificación de falta de capacitación por los bajos sueldos (y eso es cierto, en la gran mayoría), u otras razones – todas válidas, en la medida que sean ciertas-, pero lo importante es que creo saber el origen de toda esta descubierta y afirmada terrible situación. Allá por la década de los años 80, y que lamentablemente, no se pueden retroceder.
La modalidad de este gobierno, en cuanto al proceso de nombramiento ha sido la evaluación a todos los profesores sean nombrados o no. Para ello, se ha visto en la necesidad de gastar cuantiosas sumas de dinero en la aplicación de exámenes para contratos y nombramientos. En cada etapa, la esperanza ha permanecido, ya que la confianza, estaba perdida desde el primer momento. Sin embargo, poco a poco se ha diluido. No por falla en el sistema, no por incompetencia nuestra, sino por corrupción desenmascarada.
Ahora, suspicazmente, la aplicación del examen ha sido reprogramada para el 27 de febrero. En ningún momento al Ministro de Educación le interesó lo que hoy ha tomado tan serio, a tal punto de exigir todo el peso de la ley a los profesores que fueron encontrados con las manos en la masa. Si me permiten otras interrogantes, aquí las emito: ¿Por qué dar crédito ahora a rumores de que el examen ha sido sustraído, si antes pasando lo mismo no lo hizo? ¿Será para quedar bien con el Magisterio, después de hacerle víctima de tanto desbarajuste? ¿Recuerdan cuál nota fue la mínima en el primer examen de nombramiento, y aquella nota que en uno de los últimos llegó a pasar de 20?

Esperemos que el gobierno, conjuntamente con el Ministerio de Educación en lo sucesivo trabaje en deshacer lo que en la mente de varones y mujeres ha tejido enmarañadamente en relación al Magisterio. La idea errónea de qué significa ser profesor en el Perú: “No hay que ser “chancón” o “chancona”. Si a las finales vas a ser profesor, eso no importa”, no debe tener más lugar. Le ha costado a generaciones de niños, no disfrutar de una educación de calidad.
Por nuestra parte, estimados colegas, debemos exigir con nuestro trabajo arduo y continuo que ellos acepten y concreticen la idea de que la educación juega un papel trascendental en la construcción de una sociedad digna. Ser ejemplo para que no vuelvan a dejarla en manos de personas cuya preparación dice poco o nada de ellas, sino confiarla a quienes tienen espíritu innovador para transformar el mundo y pueden manejar las riendas necesarias que demanda la formación de niños y adolescentes. Hay que demostrarles que quien enseña es porque quiere desconocer menos y que cuando se propone hacer queriendo, no prioriza limitación alguna.
Preparémonos para trabajar, no estudiemos para postular.

No hay comentarios: