jueves, 6 de noviembre de 2008

ME DEJÓ POR CRISTINA



Por: Menor Alarcón Teresa Liliana

Cuando mi mamá me dijo que podía quedarme haciendo lo que yo quería, siempre me ponía a pensar en él. Recuerdo cuando él vino a verme. Había llegado con su carro grande, de color rojo, me subió en sus hombros y luego me hizo sentar a lado de una mujer. Ella, me miraba fijamente y yo hacía lo mismo. Ninguno de los dos me preguntó si quería ir con ella o no. Pero, yo no quería.
Mi mamá, antes de salir a su trabajo, se despidió diciéndome que me portara bien con mi otra mamá.
Eran las 12 del día y él vino a recogerme. Saludó a mi otra mamá y nos despedimos, quedándose por su parte, con una mirada de desconfianza en respuesta al saludo.
La mujer se llamaba Cristina. Lo escuché llamarla así a mi papá. No sé si era su novia, su esposa o su hermana. Yo sólo quería ir a pasear, subir a caballo, nadar en las aguas del río, arrancar algunas floresitas de algún jardín o jugar fulbito con mi papá.
Llegamos a un lugar, lindo por cierto. Allí había mucha gente: niños, señoras, abuelitas y abuelitos; también había perros, y algunas otras mascotas que habían llevado los padres de otros niños.
Mi papá me regaló un juguete. Yo estaba muy contento porque era la primera vez que él venía a mi casa para sacarme a pasear. Lo feo de todo eso es que ella no me quería. Sus ojos eran de mirada de gato, sus labios ausentes de dulzura, sus manos no las imaginaba de una tierna mamá. Entonces, quería ver a la mía. Pero ella estaba trabajando. No tenía idea de que yo; sí, de que yo estaba con mi papá.
Era hora de almorzar, con la compañía de él ni hambre tenía. Me ayudaba a subir al caballo, me metía dos, tres, cinco veces al agua cuidando de que no me ahogara. De pronto, la mujer lo llamó.
Mi papá me sacó del agua y sin pérdida de tiempo me cambió y fuimos hacia ella. El almuerzo estaba servido, noté que había un plato de más. Quizá viene otro niño, me dije. Yo quería tomar un vaso con gaseosa, pero ella me miró y se me quitaron las ganas de hacerlo.
Mi papá fue hacia… (Hasta ahora no lo sé). Ella, después del almuerzo se mostró molesta con él. Entonces, pensé que mi papá se había ido dejándome con la mujer de mirada de gato y para colmo, fría. Me cogió del brazo y me dijo: ¡vamos, que nos está esperando! Yo tenía apenas 4 años y caminaba a paso lento, quería correr pero estaba muy cansado por tanto jugar. La mujer no me alzaba en sus brazos y ni quería que lo hiciera, pero ya no podía seguir. Entonces, ella se fue…., se alejó sin mirar hacia mí… Me dejó.

Mientras, el padre del niño esperaba en el carro rojo la llegada de su pequeño y la de Cristina.

¿Dónde está el bebe?, - dijo él-. Estaba viniendo detrás de mí, pensé que… - titubeó la mujer-.
No pienses nada, si hubiera sabido que no lo cuidarías no te lo hubiera encargado.
- Nadie como ella para cuidarlo- pensó él en voz alta-.
Sí, tal vez tengas razón, pero yo no soy su madre. Yo sólo pensé…- expresó ella-.
Olvídalo, ahora sólo nos queda buscarlo. - dijo él, preocupado.-

Eran las 6 de la tarde y el niño no aparecía. Primero habían buscado por todo el lugar campestre, sin pensar todavía en algo grave: algún ahogo, golpe o rapto. Por un lado, la mujer mostraba preocupación fingida. Sollozaba con gran esfuerzo al ver que su marido no encontraba al niño. Mientras tanto el padre, no imaginaba el lugar en donde estaría su hijo. Lo buscó entre los árboles, en los baños, detrás del lugar donde cocinaban y nada. Buscaron en el carro rojo y después, preguntaron a los niños que estaban jugando junto a la orilla del río y no obtuvieron respuesta alguna. Luego, ya muy oscuro, ambos decidieron regresar a la ciudad.

Ya en casa de la abuelita, el padre del niño con voz entrecortada decía: - Señora, yo… mire, señora… es que se perdió. Nosotros estábamos almorzando y no nos dimos cuenta de que él ya no estaba. No sé. Ella- mirando a su mujer- tampoco sabe. Lo hemos buscado muchas horas y nada. Ya fuimos a poner parte a la policía, pero dicen que todavía no pueden declararlo perdido-.

No había explicación para la abuela que esperaba ver llegar a su nieto feliz y lleno de alegría por haber pasado un día con su padre. No, esa carita no la vio más.

- Quién me devuelve a mi hijito. Su mamá aún no llega, qué le voy a decir.- La abuelita mostró mucha preocupación y a la vez, culpa. Su se enteraría de todo cuando regresara de trabajar.

Aún eran las 7 de la noche.

Desde esa vez, fue cuando empecé a crecer sin mi mamá, sin mi otra mamá y sin mi papá. Ese día, dos niños me habían llevado a jugar con su pelota grande. A mí me gustó porque era de colores, parecía que llevaba dentro gotitas de agua. Ellos vivían en ese lugar, pero me llevaron en su caballo al otro lado del río y cuando me trajeron mi papá me había dejado. Se había ido con la mujer de mirada fría, mirada de gato negro y de estar molesta conmigo.
Por mi ingenuidad pensé, que caída la noche, ellos llegarían para llevarme con mi mamá, pero nunca lo hicieron.

Yo crecí con los dos niños y sus padres, Albertito y Andrés eran más grandes que yo, pero me querían mucho. Me compraban muchos caramelos y me traían juguetes de la ciudad. Recuerdo cuando un día, uno de ellos me llevó a la escuela. Antes de salir, su papá me despidió con un beso y comprendí que yo necesitaba de los besos de mi mamá. La extrañaba tanto a ella y a mi otra mamá. Así le decía a mi abuelita:

"Mami, ¿a qué horas viene mi mamá? Es que ya es tarde ya y no viene."

Luisito estaba conversando con su abuelita cuando su madre acababa de llegar temprano de su centro de trabajo. Era domingo y ella sólo trabajaba medio día.

"Mami, viniste con luz. Yo dije vienes de noche"- dijo Luis muy sorprendido.-

Para Luis ese día, había sido el más alegre porque tendría a su madre no sólo para que le haga dormir por la noche; sino que le acompañaría para el almuerzo y la cena.

Cuando estaba con mi mamá. Ella me despertaba con un "hijito, ya levántate". Me daba dos besos en la mañana y dos más en la noche. Recuerdo cuando ella vino de día (Ahora puedo decirlo así. Antes decía "con luz") y recibí más de cuatro besos en todo el día. Actualmente, sólo escucho el cantar del gallo carioco que me despierta muy temprano. Ayudo a mis dos casi hermanos a preparar sus cuadernos y luego, arreglo los míos para ir todos juntos a la escuela, mientras mi “mamá” quejándose, trata poco a poco de hacernos el desayuno.

Tengo 8 años y sigo esperando que mi papá y mi mamá lleguen a este lugar en cualquier momento para irme con ellos y contarles lo mismo que a ustedes.

"yo estaba jugando con dos niños me llevaron en caballo hacia el otro lado del río…. Yo vine con mi papá para pasearme y bañarme en el río…. había una mujer al lado de mi papá que no me quería…."

Y también, para preguntarle por qué me engañó diciéndome: “ya vuelvo”.

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